Lhasa

Hace apenas una hora ha muerto la que ha sido el centro de mi casa desde que la traje, hará menos de un año.
Ha sido en un momento, un colapso provocado por una hemorragia interna que, finalmente, ha llegado al pulmón. Cuestión de minutos. Se me ha ido en la mesa del veterinario.
Sí, Lhasa era un animal y, para los que quieran hacer el chiste, una coneja.
No me he cansado de repetirle a todos que ha sido la mejor mascota que he tenido (y he tenido muchas y de varios tipos). Silenciosa, tremendamente limpia, cariñosísima, graciosa, como un peluche que tardaba segundos en subírsete encima del pecho para acurrucarse cuando te tumbabas en el sofá.
No uso este blog para temas insustanciales, por eso esta entrada.
Se llamaba Lhasa por la capital del Tíbet y, además, por la cantante Lhasa de Sela, que falleció también este año nuevo siendo tremendamente joven. Lo mismo que la Lhasa que ha vivido en mi casa.
No le ha dado tiempo a casi nada. Sólo ha salido una vez al campo (y se lo pasó genial) por culpa de las lluvias, pero ha vivido una vida feliz, bien cuidada, querida (muchísimo) y acompañada hasta el último minuto.
He podido, incluso, despedirme recitándole mantras al oído para que le ayuden en su tránsito hasta la siguiente rencarnación.
No era una persona, lo sé, y precisamente por eso ha tenido todo mi cariño desde que entró por la puerta.
Que su tránsito por el bardo sea corto y su siguiente existencia esté más cerca del Nirbbana.
Descanse en paz.

2 comentarios:

nazapank dijo...

Soy nefasta dando pésames. No hay ninguna palabra mía que pueda aliviar tu pérdida, de ninguna de las maneras. Tú ya sabes lo muchísimo que quiero a estas criaturas y tu entrada me hace pensar en qué pasará cuando falte alguna de las mías. Lo cierto es que soy yo la que les pertenezco a ellos, no al contrario.

p.d.: Ni una sola queja para las y los poetas.

Juan Pablo Herencia dijo...

Gracias por las palabras, por las que se dicen y por las que no.
Se sabe que es parte de la vida y que no es una persona, pero uno tiene derecho a querer a un animal tanto o más que a una persona, sobre todo si pasas todo el tiempo con él.