Viento armenio


Desde mi ventana
-¡cuantísimos poemas comienzan
mirando desde una ventana
y cuantísimos de estos
no valen ni el dintel!-
las hojas de los árboles
siempre titilan con leve murmullo
pero nunca tan acompasadas
como cuando, dentro de la casa,
suena el duduk de Djivan Gasparyan
y se pone en marcha, lentamente,
el tren de vapor del edificio.

No hay comentarios: